Hoy, 29 de noviembre, se celebra el Día Internacional de las Defensoras de Derechos Humanos. Es un día para reconocer el trabajo invaluable que día tras día llevamos a cabo miles de mujeres y disidencias sexo-genéricas en nuestra región mesoamericana, y muchas más en todo el planeta, para labrar un presente y un futuro mejor para todas las personas y los pueblos. Las defensoras trabajamos por la igualdad, por la paz, los bienes comunes y la justicia social; defendemos territorios, lenguas, culturas y cosmovisiones alternativas a la hegemónica impuesta por el colonialismo capitalista, clasista, racista, patriarcal y cisheteronormado; luchamos para que las mujeres y las niñas podamos vivir vidas libres de violencia, para que ejerzamos la autonomía sobre nuestros cuerpos y orientaciones sexo-genéricas; buscamos verdad y justicia para nuestras personas desaparecidas o asesinadas; combatimos la desinformación y la manipulación mediática; entre muchas otras acciones que amenazan los intereses de quienes creen ser los amos del mundo. Ser defensoras de derechos humanos ha sido en si misma una conquista de nuestras luchas personales y colectivas y de los feminismos en todo el mundo, nos ha dado mayor autonomía y una voz propia para construir nuevos mundos, pero también nos ha implicado desafiar mandatos de género y sexualidad, estereotipos y falta de reconocimiento incluso en nuestras familias y comunidades.
Por ser mujeres y disidencias sexo-genéricas alzando la voz en contra de lo que nos impone el patriarcado y por defender derechos ante el despojo y las injusticias de los poderosos somos perseguidas, agredidas, amenazadas, criminalizadas y asesinadas. Desde que iniciamos nuestro registro en 2012, al menos 200 compañeras han sido asesinadas en El Salvador, Guatemala, Honduras, México y Nicaragua, y otras 228 sobrevivieron a intentos de asesinato. Durante este periodo, hemos documentado 35,077 agresiones contra 8,926 defensoras y 953 organizaciones. Nuestro principal agresor es el Estado (45%) a través de policías, autoridades y militares que actúan en beneficio de los poderes fácticos que cooptan las instituciones para mantener el sistema de privilegios, acumulación por desposesión y depredación territorial. Todos estos son datos de nuestro más reciente informe, “DATOS QUE NOS DUELEN, REDES QUE NOS SALVAN - 10+ Años de agresiones contra defensoras de derechos humanos en Mesoamérica (2012-2023)”.
No obstante, las defensoras perseveramos en nuestras luchas y nuestra esperanza de un mundo mejor. Nos seguimos organizando para defender la Red de la vida y cada vez somos más conscientes de que para que ello siga siendo posible es fundamental articularnos en redes para cuidarnos juntas y desarrollar estrategias que aporten a nuestra protección y a la de nuestras organizaciones y comunidades. A nuestra visión que pone el cuidado y la sanación ancestral y feminista en el centro de la acción política la llamamos Protección Integral Feminista (PIF) y venimos trabajando para hacerla posible desde hace casi quince años en una articulación que hoy integran más de 3 mil defensoras y 300 organizaciones en Mesoamérica. Durante este año, éstos han sido algunos de los procesos de protección que hemos acompañado:
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En El Salvador, con las defensoras de los derechos sexuales y reproductivos que trabajan para que la sentencias de la Corte IDH sobre el caso Beatriz sobre derecho al aborto represente un precedente para toda la región; con las madres y hermanas de personas injustamente privadas de libertad en el marco del Régimen de excepción que buscan justicia y verdad; o con las compañeras de la comunidad de Santa Marta que con su lucha han contribuido a que sus compañeros criminalizados por defender la prohibición de la minería sean absueltos y regresen a sus casas.
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En Honduras con las defensoras garífunas que luchan para que se haga efectivo el cumplimiento de las sentencias de la Corte IDH sobre Punta Piedra y Triunfo de la Cruz; que, al igual que nuestras compañeras lencas y tolupanes resisten ante la constante amenaza de desalojo de sus territorios ancestrales y ante el racismo estructural de las instituciones del Estado; también seguimos exigiendo justicia para Berta Cáceres y con la comunidad de Guapinol hemos luchado para hacer efectiva la liberación de los compañeros criminalizados por defender el río mientras no dejamos de exigir justicia para el compañero Juan López, asesinado el pasado 14 de septiembre.
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En México con las madres, hijas, compañeras o hermanas que, ante la inoperancia del Estado, no dejan de buscar a sus personas desaparecidas; con quienes exigen la aparición con vida de la defensora ayuujk Sandra Domínguez Martínez, desaparecida tras denunciar a un funcionario de Oaxaca por violencia sexual; con quienes demandan justicia por el asesinato de las defensoras triquis Adriana y Virginia Ortiz García; o con quienes trabajan por la libertad de Kenia Hernández, defensora amuzga presa desde 2020 por defender el territorio.
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En Nicaragua, estamos en solidaridad con las centenares de defensoras desterradas, exiliadas y expatriadas que siguen denunciando los abusos del régimen neoliberal, misógino y corrupto de Daniel Ortega y Rosario Murillo y con las 8 mujeres que todavía siguen presas políticas; o compartiendo la esperanza de las miles de compañeras que dentro del país, bajo condiciones de extrema precariedad, hostigamiento y vigilancia, siguen trabajando por los derechos de las mujeres y las niñas, o por los de las comunidades indígenas miskitas que enfrentan constante violencia y desalojo por parte de colonos,intereses extractivistas y las fuerzas armadas.
Somos, también, quienes gritamos junto con miles en el planeta “Alto al genocidio en Palestina” y abrazamos a todas nuestras compañeras defensoras de derechos humanos que en Gaza, en Cisjordania, en El Líbano, o incluso en Israel, frente a las políticas de genocidio, despojo y muerte, no cesan en su empeño de erigirse en constructoras de paz.
Sabemos que las defensoras somos la esperanza de este mundo al que el patriarcado capitalista está llevando al colapso, y sabemos que si nos cuidamos juntas, enredando nuestras luchas y saberes, nuestra fuerza para protegernos y sostener nuestras luchas se multiplica y nos volvemos más poderosas y con capacidad para enfrentar a quienes nos quieren calladas, confinadas en nuestros hogares, encarceladas o muertas. Y hoy, que es nuestro día, lo reafirmamos, reconociéndonos en nuestra diversidad, abrazándonos en nuestras complicidades y reivindicando ese pacto para sostenernos que es la Protección Integral Feminista, que en la IM-Defensoras tejimos hace casi quince años.
Juntas somos más fuertes, porque las redes salvan y porque, aunque con sus algoritmos, campañas de desinformación, marketing agresivo y fake news nos quieran hacer creer lo contrario, los mundos que imaginamos son posibles.