En coherencia con las declaraciones de la presidenta los desalojos se están efectuando, pero están lejanos de ser pacíficos y respetuosos de los derechos humanos. Un grupo de la Red Nacional de Defensoras de Derechos Humanos en Honduras fuimos a enterarnos directamente de la situación.
Red Nacional de Defensoras de Derechos Humanos en Honduras - Doña Marta tiene los ojos enrojecidos, pasó la noche sin dormir, bajo la lluvia, llora por las perdidas de todas sus cosas en la vida que vivió hasta el día 19 de junio que 300 policías y maquinaria pesada los echaron de su territorio. Además un policía que la agredió le roció gas pimienta en la cara, ahí llora de nuevo no tanto por el gas sino por la humillación y violencia a la que la sometieron. Con ella otras mujeres lucen agotadas, incrédulas por este desalojo que encuentran ilegal y sobre todo ilegítimo y encima dicen: Y una mujer presidenta nos vino a hacer esta barbaridad.
No se han movido del lugar, la orilla de la CA-5, la carretera mas importante del país. Desde donde están resistiendo hasta que su situación sea resuelta con justicia, pueden observar hombres que se llevan sus cosas en unos carros, malangas, cocos, madera, enseres domésticos.
Los hombres entraron después de que se fueron los guardias, que llegaron después de los policías. No usan uniformes pero suenan sus machetes cuando ven que les hacemos fotos. Una patrulla pasa cada tanto para resguardarlos, nos cuentan. Entre los enseres que recuperaron hay colchones, maletas, ollas, una mesa y zapatos que parecen andar perdidos. También hay un perro colorido, gatos y un perico llamado Paquito. Ahí niños de brazos, otros un poco mas grandes y muchachos que descansan sobre plásticos tendidos en el suelo. U maestro de los niños y niñas llega en moto y les lleva tamales.
Berta, vaya nombre, una de las líderes, nos muestra videos de la violencia contra los niños y sus madres que intentaron protegerlos, es una veterana defendiendo esta lucha pero está golpeada en el cuerpo y el ánimo.
La desgracia es que somos indígenas y somos pobres, creen que nos pueden humillar, y se pasa el dorso de la mano sobre los ojos. Hasta la placa de estos dientes perdí, cuenta, todo hemos perdido.
Pero la fuerza queda porque de ahí no se van a mover. Detrás de los escombros de lo que eran sus hogares está el bellísimo lago de Yojoa y una tormenta se acerca, un rayo parte el cielo que también comparte con nosotras la rabia.