Según datos del Ministerio de Salud de Gaza, desde octubre de 2023, más de 55 mil personas –en su mayoría mujeres, niños y niñas– han sido asesinadas en la Franja de Gaza por el ejército israelí. El resto de la población está sometida a condiciones de desplazamiento forzado y de privación de acceso a los recursos básicos. Cualquier persona palestina de la Franja de Gaza se halla expuesta a morir por la bombas o las balas israelíes, por la imposibilidad de atender enfermedades tratables, o como consecuencia de los impactos devastadores de utilizar la hambruna como castigo.
La evidencia del genocidio cometido por el Estado de Israel bajo el gobierno de Benjamin Netanyahu contra el pueblo Palestino ha impulsado la solidaridad internacional y la acción humanitaria global. Ante la complicidad, la inacción o tibieza de la mayoría de gobiernos del mundo, activistas y personas defensoras se han movilizado para hacer llegar apoyo humanitario y denunciar la situación. No obstante, muchos gobiernos están respondiendo con la represión y criminalización de estas acciones.
Los ejemplos más recientes de esto último han sido el asalto, secuestro, detención arbitraria y posterior deportación por parte del gobierno de Israel de la tripulación de la Flotilla de la Libertad de Gaza; y el bloqueo, por parte del estado de Egipto, de la Marcha Mundial a Gaza, a través de controles migratorios exhaustivos, sistemáticas detenciones y retenciones ilegales de participantes y deportaciones. No menos grave es el hecho que muchas embajadas hayan omitido su deber de proteger efectivamente sus con-nacionales ante las flagrantes violaciones a sus derechos que estaban viviendo, llegando incluso a recriminarles su participación en las acciones humanitarias.
Por otro lado, en muchos otros lugares del planeta, especialmente en países como Estados Unidos, Francia y Alemania, las expresiones de solidaridad con el pueblo palestino son sistemáticamente reprimidas y criminalizadas.
Asistimos no sólo a la perpetración de un genocidio a plena luz y en tiempo real, sino al uso de la fuerza y las instituciones de los Estados y otros poderes fácticos, como los económicos y mediáticos, para acallar las protestas y el apoyo al pueblo palestino. No menos preocupante es la progresiva escalada del conflicto, el cual ya se ha extendido a Irán y en el que se ponen en juego equilibrios geopolíticos que podrían conducir al mundo a una conflagración bélica de consecuencias impredecibles.
Se trata, a gran escala y con visibilidad global, de lo mismo que está sucediendo en muchos otros territorios, incluidos los de nuestra Mesoamérica, donde intereses extractivistas e ideologías ultra-conservadoras convergen para consumar el despojo territorial y sus dinámicas de acumulación por desposesión. Por ello, detener el genocidio en Gaza no sólo es un deber ético hacia el pueblo palestino, también supone plantar cara a una de las expresiones más criminales y explícitas de las políticas de muerte con que el capitalismo global, de la mano del patriarcado y el supremacismo blanco, pretende despojarnos de nuestras vidas y nuestros territorios.
Por todo ello, las defensoras mesoamericanas, en solidaridad con nuestras compañeras palestinas y con todas aquellas que están exponiendo sus cuerpos para detener la barbarie del genocidio, exigimos que cese cualquier tipo de persecución, represión, criminalización, censura y ataque contra quienes alzan su voz por Palestina y llevan a cabo acciones de solidaridad y apoyo humanitario.
También abrazamos a todas las compañeras que en Irán, tras décadas de denunciar, resisitir y sobrevivir a la imposición de un régimen teocrático y profundamente misógino, ahora se ven expuestas a la barbarie bélica y expansionista provocada por Israel y los Estados Unidos.
Finalmente, sobre todo, exigimos a los Estados del Norte Global que dejen de reprimir la solidaridad con Palestina y exigimos a todos los Estados que ejerzan presión sobre el Estado de Israel, para que ponga fin al genocidio y a las acciones bélicas contra otros Estados y territorios.